“Los círculos restaurativos o de paz son un posicionamiento político”.
Héctor Valle
El fin de semana de Día de Muertos de este año fue diferente: en la Ciudad de México, en el barrio del Carmen, en Coyoacán, se llevó a cabo la II Inmersión y Encuentro de Practicantes de Círculos de Paz y Prácticas Restaurativas, con la participación de Kay Pranis (Nueva York, 1948), quien es considerada la pionera del redescubrimiento y la aplicación de los círculos restaurativos o círculos de paz en la época actual. Durante tres días, los participantes en dicho encuentro honramos a nuestros ancestros, a nosotros, pero sobre todo a la paz y su construcción, mediante la celebración de un círculo de paz, en el que intercalaron otras actividades relacionadas.
Los círculos de paz son parte de los procesos restaurativos aplicables tanto en materia de Derecho Penal como en otros ámbitos: familiar, comunitario o educativo. Forman parte de la justicia restaurativa como una práctica que busca la sanación de los tejidos sociales dentro de una comunidad o en un entorno determinado, a través del diálogo empático y la escucha activa.
La realización de un círculo de paz puede parecer simple, puesto que sólo se necesita un espacio en el cual reunirse, además de algunos elementos y dinámicas que ayudan a los participantes a centrarse en el proceso, así como la voluntad de hablar, pero sobre todo de escuchar, de parte de los participantes; es decir, de dialogar. Sin embargo, el círculo de paz es mucho más que esto, una vez que se establece y adquiere vida propia: las personas se pueden sentar alrededor de un centro (evocación del fuego de las tribus ancestrales) a establecer un diálogo de comprensión y respeto guiados por la persona que facilita la dinámica y propone los temas a tratar y coordina las interacciones.
En el encuentro mencionado, Kay Pranis habló del poder en el círculo y de cómo este se transmite y comparte cuando se le da el uso de la palabra a cada uno de los participantes, de forma verbal o por medio del objeto de la voz u objeto de la palabra, el cual puede ser cualquier cosa a la mano: un peluche, una piedra, un corazón de tela, una pelota antiestrés. Quien tiene en sus manos el objeto de la palabra es quien puede hablar, lo que previene los monólogos o que alguien acapare la conversación. Es un mecanismo simple de condicionamiento para escuchar al otro, es decir: como no tengo el objeto en mis manos no puedo hablar y entonces escucho y presto atención.
Durante las sesiones del encuentro fue posible comprender que “lo restaurativo” puede ir mucho más allá de las prácticas del derecho penal, y que puede incluir prácticas para el reconocimiento de la tribu, por medio de dinámicas como la formación de un “ardumen”, de yoga o de danzas circulares, con las que se aprende que a través del cuerpo también se restaura. Por medio del movimiento se reconoce la otredad y cómo ese otro forma parte de nosotros mismos.
Estas prácticas buscan establecer el autoconocimiento y la autoconciencia, las cuales resultan fundamentales para la restauración social; entender cómo la comprensión propia juega un papel fundamental en la comprensión del otro y por lo tanto en el encuentro de soluciones a conflictos o situaciones que debilitan el tejido social, entendido este como las relaciones entre las personas que conforman un grupo social.
Las prácticas restaurativas son tan nobles y flexibles que pueden ser desde círculos de check-in (o reconocimiento) para saber cómo nos encontramos en el círculo (y que son muy rápidos, pues duran apenas unos minutos), hasta círculos que pueden realizarse en varias sesiones, de esta forma, por ejemplo, en un aula se puede hacer un círculo durante todo un ciclo escolar, en el que se intercalan diversas dinámicas.
Kay Pranis destacó la importancia de destinar, dentro del círculo, un espacio en el que se discutan los valores del grupo. Si bien los facilitadores de círculos pueden verse tentados a omitir esta parte porque, por experiencia, se llega a la conclusión de que casi siempre todos los grupos coinciden en los mismos valores, Pranis recomienda que no se omita este paso, ya que, junto con la presentación de los participantes al grupo, es lo que generará la seguridad que abonará al estado de vulnerabilidad del participante. Sin esta vulnerabilidad es difícil que las personas se abran y por lo tanto la exploración del conflicto o del tema del círculo quedaría demasiado superficial y probablemente no se podrían dar los resultados esperados, tales como llegar a acuerdos válidos y duraderos o a reafirmar la conexión entre los participantes.
Kay destacó que las personas de diversas religiones o razas no perciben la “seguridad” del círculo de la misma manera. Aunque en estas prácticas se tiene el planteamiento de la equidad e igualdad de las partes, en la realidad, a las personas que pertenecen a grupos cuestionados, atacados o sobajados durante siglos les cuesta más trabajo confiar en el poder del círculo y muchas veces ni siquiera se logra que lo hagan, y por lo tanto sus participaciones no suelen ser tan activas como se podría esperar. Se invita (porque en el círculo todo es una invitación, nunca se ordena qué hacer) a que se tome conciencia de que hasta en estas prácticas el privilegio sigue como una sombra representando retos para quien facilita y para el propio círculo.
En el encuentro también participó Héctor Alejandro Valle -reconocido internacionalmente como facilitador de prácticas restaurativas y un precursor de los MASC (Medios Alternativos de Solución de Conflictos), en especial del modelo circular-narrativo- quien afirmó que los círculos de paz o círculos restaurativos son también un posicionamiento político, ya que permiten expresar una postura a la construcción de la paz, de esa paz positiva de la que hablaba Johan Galtung, que se construye incluso yendo a la guerra si es necesario.
Valle también reconoció a los círculos de paz como espacios de esperanza y espacios de posibilidad. La esperanza primero reconoce lo que está mal, lo que debe cambiarse y luego no quedarse ahí, por el contrario, salir de ese lugar. Esto se podría considerar como el “transitar” de ser víctima a sobreviviente.
Es necesario seguir promoviendo y dando a conocer los MASC, para que más personas sepan que existen posibilidades de resolver sus controversias más allá de los tribunales, para que todos y todas sepamos que podemos convertirnos en colaboradores, constructores y gestores de paz social. Este encuentro además de contribuir a aclarar dudas, dejó muchos planteamientos e inquietudes como semilla e impulso para seguir construyendo comunidad desde esta trinchera, no solo en esta que es la Semana Internacional de la Justicia Restaurativa sino siempre.
Mediadora y Conciliadora Privada del Poder Judicial del Estado desde 2013.
Presidenta de la Red de Mediadores, Conciliadores y Facilitadores Certificados en Aguascalientes, A.C.
@CirculoArtemisaArteyCulturaparalaPaz
claualonc@gmail.com
Claudia Alonso Cuéllar Columna de opinión opinión LJA.MX